EL COLLAR DE LA DISCORDIA: acto segundo
Entonces, ese señor Augustus Lafayette no demostraba ser exactamente el rey de la diplomacia. Por encima, nunca soltaba media palabra al fin de tranquilizarnos sobre el éxito de mi lamentable situación. Pero mi abuela no dejaba de asegurarnos de que estando el asunto en sus manos, la verdad saliera pronto a la luz. Eso esperaba yo.
A esa altura mi padre ya se había enterado de toda la situación, por supuesto que sí, pero fue muy comprensivo conmigo al igual que mi abuela. Ambos se callaron ante mi madre sobre mi infeliz amor por un pibe de clase elitaria y billonaria: nunca le contaron naranja sobre ese bochornoso asunto, sabiendo que se habría ortivado aún más. Mi madre suele declarar que accidentes parecidos al mío solo traen trastornos entre los pobres. Y en este caso no es que no habría tenido razón, haya visto lo ocurrido.
Ps.: ortivarse = argot argentino para enfadarse